martes, 9 de septiembre de 2008

EL TEMPLO


Jesús celebró su última cena con los discípulos en la sala que le proporcionó uno de sus amigos. "Esa habitación exigua fue la primera Iglesia de Cristo y el primer altar" 

Quizá fue ese el lugar en donde los apóstoles se congregaban tras la resurrección, y también el aposento alto en donde oraban en la mañana de Pentecostés.

Ya nacido el Nuevo Pueblo, los discípulos de Jesús siguieron reuniéndose en casas de familia. A esas reuniones se las llamó "Iglesias", palabra que significa "Asamblea", "Congregación", y a la gente que allí se reunía se le dio el nombre
de "Iglesia Doméstica". En realidad toda familia cristiana debe ser una Iglesia doméstica, una eclesíola.

Cuando los participantes en una comunidad aumentaban solían adquirir un edificio propio al que llamaban "Casa de la Iglesia", y luego simplemente "Iglesia". Algunos la llamaban "Casa grande de Dios" y otros "Casa del Rey" o basílica.

Otro nombre que se dio a las "Casas de la Iglesia" fue el de templos. Esta voz, que significa "Palacio", "Casa noble donde vive Dios", aludía originalmente a la construcción material, pero luego designó también el cuerpo del Señor Jesús,
el cuerpo de cada cristiano, morada del Espíritu Santo, y la congregación de los fieles, en la que permanece el Espíritu del Señor.

El templo material, en donde nos congregamos es signo de lo que somos: "vosotros, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios aceptables a Dios, por medio de Jesucristo"

Hay algunos lugares en los templos cristianos, signos de las realidades espirituales que debemos vivir: uno es "La fuente bautismal", que nos recuerda que renacimos por el agua y el Espíritu Santo, cuando nuestra Madre la Iglesia,
nos engendró a la luz de la Nueva Vida.

Otro lugar es "El ambón", desde donde se proclama la Palabra de Dios, que debe ser para los cristianos guía en el sendero y alegría permanente en el corazón.

Otro lugar es "El altar", en donde se celebra la eucaristía y se le ofrece al Padre de los cielos la Hostia sin mancilla, el cuerpo de su Hijo. El altar se complementa con el "Sagrario, que guarda el pan consagrado para la adoración de los cristianos.

La Vida Nueva de todo cristiano debe ser una presencia permanente de Jesús, en la palabra y en el pan. Lo mismo se debe decir de la Iglesia. Con razón San Efrén, al recordar que Belén significa "Casa del pan" escribió: "Oh Iglesia, tu eres perpetua Belén, porque en ti está el Pan de Vida"

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