viernes, 22 de agosto de 2008

SI A LA VIDA


Hace tiempo en el confesionario llegó una chica, que me dijo tener más de cinco años de no confesarse. En esos casos me parece más interesante preguntar no el por que no se han confesado, sino el por que después de tanto tiempo se quieren confesar. Ella me dijo que se quería confesar porque al día siguiente iba a ir a abortar y pues que quería que Dios la cuidara. Me pareció que no había oído lo que había escuchado: “¿QUEEEEEEEEEEE?” le dije.

Entonces me refirió que había sido violada, y que por eso iba a abortar. Yo le dije que en efecto, que ella había sido víctima de un acto de violencia, pero que eso no la justificaba a realizar otro acto de violencia contra otro inocente. Y le dije todo lo que pude a favor de la vida.

Además, providencialmente, en esos días habían llegado una pareja de latinos que vivían en Estados Unidos, y querían adoptar un hijo. Nos dijeron que si sabíamos da algún caso de una muchachita que no quiera tener a su hijo, que ellos se hacían cargo. Traían todo un legajo de sus identificaciones, varias cartas de recomendación, fotografías de ellos en su trabajo, en su casa, en la Iglesia, en fin. Y yo le dije a esta joven, que Dios había acomodado las cosas para que ese niño pudiera vivir, que lo podía dar en adopción. Entonces ella me contestó, con tono de indignación: “Pues que cree que soy una perra para dar a un hijo.” Yo le dije que ni las perras asesinan a sus hijitos.

Le dije que todo niño es una bendición para el mundo. Que no le correspondía a ella decidir sobre su vida o su muerte. Que el que da la vida es Dios, y sólo El podía decirle el por qué de un embarazo de esa manera. Pero que definitivamente asesinar a un inocente no puede estar justificado. Saqué todos los argumentos pro vida que se me ocurrieron.

Finalmente la joven me dijo: “Bueno, ¿me va a dar la absolución o no?” Le pregunte: “¿Vas a abortar o no?” Me dijo: “ Sí, si voy a abortar” “Entonces no te puedo dar la absolución.” Le suplique que todavía lo pensara, que luego, ya
que se le bajara la indignación que sentía por la violación que había pasado, si abortaba, toda la vida se iba a lamentar de esa decisión. Le pedí permiso de hacer una oración por ella, la encomendé a Dios.

Siempre he cargado con la espinita de no haber podido hacer que ella cambiara de opinión. Se que tenemos el libre albedrío, pero alguien puede ayudarnos a reflexionar. Siempre he deseado que finalmente ella hubiera entendido a tiempo.

Hoy tuve otra oportunidad, en un caso semejante, pero los resultados fueron diferentes, Dios mediante.

Una joven de 19 años, huérfana, recogida por una tía. Fue violada por el esposo de la pariente, y resulto embarazada. La tía la corrió de la casa, y el novio la recibió, pero le dijo que él no se iba a hacer responsable de un hijo que era suyo, y ya él se había encargado de arreglar para hoy el aborto. La joven estaba entre la espada y la pared

Gracias a Dios ella vino a verme, y aunque también está muy indignada por lo que le sucedió, y no quiere tener a ese hijo, reaccionó muy bien a los argumentos a favor de que le diera la oportunidad de vivir, aunque lo diera en adopción.

La única salida que tenía era irse a su ciudad natal a más de 3000 km de aquí, y buscar ayuda con sus demás familiares. Y en eso le pude yo ayudar.

Se fue para su tierra, todavía con el problema sin resolver del todo, pero dispuesta a tener el bebe que reconoció, tenía derecho a vivir.

Me dijo al final. “Padre, rece mucho para que yo pueda sanar mi coraje, y pueda aceptar a mi hijo. De momento no le puedo mentir, ahorita no lo quiero, pero ore para que me pueda quedar con él.”

Esto me hizo recordar una reflexión que hace tiempo me hicieron llegar.

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