martes, 15 de julio de 2008

LA CONTEMPLACIÓN DEL SILENCIO


Todos sabemos que para rezar bien necesitamos silencio. Siempre se habla de eso en las predicaciones y en los libros que tratan de la vida de oración. Algunos de nosotros podemos haber crecido bastante en el silencio a través de los años. Otros pueden no haber conseguido nada o casi nada. Antes de insistir en la necesidad del silencio, quiero intentar esclarecer algunos puntos. 

1. DIVERSAS PERSONAS DIVERSOS SILENCIOS 

En primer lugar, hay muchas maneras de entender el silencio. Hay un tipo de personas para quienes el silencio es un desafío. Vislumbraron su valor, y quieren dominar la propia naturaleza. Enfrentan el silencio en tareas o embestidas sucesivas, queriendo mejorar cada vez más su capacidad de silencio. Ven el silencio como una preparación, como un medio para con seguir otros progresos en el mundo de la interioridad. 

Existe otro tipo de personas, tan buenas como las primeras, que nunca van a buscar el silencio para prepararse para nada, y ni siquiera van a entender que pueda haber un arte del dominio del silencio. Cuando penetran en el silencio, es por impulsó, y pueden estar largo tiempo silenciosas, si acontece que se enfrentan a un silencio activo rico, en el que se sientan arrastradas. 

Para otros el silencio será visto como un deber. Para respetar y para servir al prójimo. O como una ley, necesaria para la vida. Esas personas lucharán con toda responsabilidad para mantener el silencio, aún no encontrando nada de especial para su beneficio personal, a no ser la sensación de estar cumpliendo un deber. Y hay otras personas para quienes el silencio tiene un sentido muy diferente. Lo toman como un medio más para descubrir el sentido de la vida, para continuar en la búsqueda de sí mismos que les insume todo su tiempo. 

2. SITUACIONES DIVERSAS SILENCIOS DIVERSOS 

Además de lo dicho acerca de los cuatro diferentes tipos de personas, cada individuo puede a su vez estar pasando por situaciones diversas que modifican o condicionan su propio estilo de vida. Hay momentos en los que casi todos deseamos ardientemente un poco de silencio, como en otras ocasiones queremos huir de él cuanto antes. En la vida cotidiana puede haber ocasiones en las que tengamos que buscar el silencio y momentos en los que refugiarse en el silencio sería una fuga. Es este un punto muy importan te en el cual tenemos que saber discernir el espíritu que está› soplando dentro de nosotros. En ocasiones callar es ser omiso, es estar en connivencia con el error. El “silencio es oro”, es cierto, pero siempre y cuando sepamos cuando debe ser buscado y cuando debe ser evitado. No es un valor absoluto. 

3. SILENCIO CREATIVO NO NEGATIVO 

Puede resultarnos muy fácil definir el silencio como ausencia de ruido, como ausencia de voces, como sinónimo de estar callado. Pero es claro que el silencio es mucho más que eso. Puede ser que inicie cuando desconectamos ruidos y voces, pero el verdadero silencio no viene de fuera sino desde dentro. No consiste en negar cosa alguna, sino en ser altamente creativo. Porque sé bien el silencio puede parecerse a un vacío oscuro, esta experiencia es propia de quien aún no se acostumbró a la luminosidad de la penumbra. Poco a poco se va comprobando que tal es la condición para que podamos descubrir con nitidez creciente toda la inmensa riqueza que habita en nuestro interior, y que nos llega de algún lugar allá en el fondo con el cual un no nos familiarizamos. 

4. SILENCIO LIBRE 

Algunas personas parecen pensar que, para hacer silencio es preciso renunciar a alguna parcela de libertad. Por el contrario, solamente llegan al silencio los verdaderamente libres. Porque no vamos creando el silencio en la medida en que conseguimos amarrar los brazos de la vida, sino en la medida en que logramos soltar amarras. No cortando sin más todo lo que parezca un lazo. Sino concentrando la atención en aquello que nos interesa y desatando todo lo que no concurre para llegar a nuestra meta. Como en la historia del campanero, contada por Chuang-Tzu. Había en la Antigua China una campana de madera que llamaba la atención de todo el mundo. Muchedumbres venían de muy lejos para contemplar la campana y su construcción, obra de un maestro. ¿Cuál era el secreto? El ayuno -el silencio vivido por el hombre que la hizo. Cuando le encargaron la obra comenzó a concentrar su pensamiento solamente en la campana que debía hacer. Fue cortando paulatinamente con todo lo que no era la campana. Cuando llegó a la concentración perfecta, apenas salió al bosque descubrió el árbol en el cual la campana estaba contenida. Toda su arte consistió en liberarla de la madera. Pero la obra maestra había nacido cuando él consiguió liberar la campana dentro de s›í mismo. 

5. SECTORES DE SILENCIO 

Es claro que hay un silencio de los oídos, un silencio de los ojos, un silencio de la cabeza, un silencio del corazón. Pueden aparecer como negativos, porque vamos, poco a poco, como cortando la corriente. Pero son positivos, altamente positivos, cuando vamos encendiendo cada vez más la luz de la acogida para aquella realidad que parecía impalpable y que estaba allí, a la mano, pero más real que nosotros mismos. Es lo que estaba allí, a mano, dentro de nosotros. No importa que se trate de una realidad exterior. Nos encontramos con ella sé la descubrimos en nuestro interior. 

6. SILENCIO PARA DIOS 

En todo caso estamos intentando hablar del silencio necesario para encontrar a Dios. No se trata de un Dios lejano, sino del Dios que está› dentro de nosotros, porque allí tiene su templo. No se trata de un Dios abstracto, sino de Jesucristo, Palabra eterna hecha carne, medida del hombre perfecto, sin el cual no existimos. No está en nuestro interior. El es nuestro interior. En el estilo de vida que estamos llevando, los diferentes tipos de personas están profundamente necesitadas de silencio. Silencio, en primer lugar, para ser humanos, para reencontrarnos, para tener conciencia de nosotros mismos. 

7. SILENCIO DE DIOS 

El silencio nos resulta fundamental, necesario, para encontrar a Dios. “Dios no está en el ruido”, dice la Biblia (“Non in commotione Dominus”). Y cuando estuvo en medio nuestro, cuando asumió nuestra naturaleza y nuestras circunstancias, Dios que se reveló en Jesucristo, fue un hombre de silencio... que se retiraba para orar durante la noche en las montañas, que pasaba tiempos de desierto... que, a al oír las acusaciones ante sus jueces...”se quedó callado”. (Jesus autem tacebat”) . Ese mismo Dios, es aquel que tiene una voz potente, más fuerte que todo el estruendo de las aguas (“voz Dominé super aquas multas”). Sé no oímos es porque nuestra interioridad está› escondida detrás de una barrera más poderosa que la de las aguas más violentas. 

8. SILENCIO POBREZA 

El silencio es pobreza. Aquella pobreza evangélica que hace feliz a que la posee. La pobreza de Jesús y de María, una pobreza optada, asumida, buscada bajo la inspiración del Espíritu Santo. Una pobreza que no acumula cosas, que no carga el mundo consigo porque aprendió a dar valor al “único necesario”, escogió la “mejor parte, que lo será quitada”. 

9. SILENCIO CONTEMPLACIÓN 

Nuestra invitación a la contemplación comienza con una insistente llamada al silencio. Siempre que fuera posible y -principalmente durante el tiempo de la oración. La oración es un don. Estamos convencidos que Jesús nos quería hacer ese regalo haya ya mucho tiempo... pero no ha tenido oportunidad de hacerlo, ­por que estábamos siempre ocupados- Hay sabios del Oriente que aprenden a escuchar el viento, a sentir el crecer de las plantas, el florecer de las flores. Una de las lecciones importantes es escuchar sin tiempo, liberados del reloj. No estamos hablando de poesía o de cómo llenar los tiempos de ocio, porque en realidad aquellos que están más empeñados en el compromiso con los hombres, en las luchas sociales y apostólicas, son los que más necesitan de tal silencio... para ser capaces de oír a las personas. De lo contrario, corren el riesgo de pretender anunciar la Palabra de Cristo a un hermano o a una hermana que podrán ser pobres de otras cosas pero que poseen la riqueza de comunicarnos una palabra de amor de parte de aquel que nos amó primero, de aquel para quien somos únicos y bien amados. ¿Quién fue el que afirmó que solamente nosotros podemos ser los sujetos y agentes de la misión apostólica y salvadora? Cuando amamos la Palabra , todas las cosas y todos los hombres nos anuncian la Palabra. 

10. SILENCIO APOSTÓLICO 

Una de las cosas que nos preocupa al reflexionar sobre nuestro apostolado, nuestra actividad entre las personas, es justamente esta: podemos estar empaquetando la palabra de salvación de Jesús en tal cantidad de mensajes y de acciones, ni nuestros hermanos ni nosotros mismos conseguimos distinguir y aprovechar aquello que nos puede salvar. Podemos estar ofreciendo la Palabra de Dios sin caer en la cuenta de que ella es mayor que nuestra boca, mayor que nuestras manos. 

11. ORIENTACIONES 

Cada uno de nosotros tiene que considerar con la mayor sinceridad para consigo mismo sé no tiene miedo del silencio por suponer que del lado oscuro de nuestro interior puedan salir cosas que asusten, voces que nos recriminen, situaciones pidiendo ser arregladas. No tenemos que tener miedo de escuchar nuestra interioridad. Por más que al parecer pueda asustarnos, allá en el centro está Dios, el amor infinito, que nos quiere bien, que llama la puerta interior y espera. 

Una advertencia muy fuerte tiene que ser hecha hacia el uso exagerado de lecturas. Exhortaciones, palabras, reflexiones, cánticos y músicas durante la oración. Todo eso es importante, pero la oración comunicativa necesita de oración silenciosa como de una base, de un punto de partida. De lo contrario, ¿qué, estamos comunicando? ¿a quién estamos comunicando? 

Necesitamos vivir el silencio -tal vez tengamos que introducirlo en nuestras liturgias, que a veces están sobrecargadas de palabras, de cánticos, de movimientos. Sin duda que la liturgia es alabanza exteriorizada y es movimiento: acción representada, ejecutada. Pero las palabras y los gestos precisan estar cargados de contenido para ser de verdad un servicio público que ofrecemos al Padre, reunidos en el Espíritu, por intermedio de Jesús. Entre otras alabanzas, están también la alabanza del silencio. Es lo que clama con una frecuencia tan alta que exige toda nuestra capacidad auditiva. 

Entre las demás acciones litúrgicas públicas, están también la comunicación fraterna del silencio, que es tan expresiva que las palabras y los oídos no son suficientes para dar y recibir. 

Tenemos que aprender el silencio admirativo de María: de adoración, de asombro ante todo lo que Dios está realizando. Tal vez nos hayamos acostumbrado a considerar con demasiada frivolidad los milagros continuos que Dios vive obrando ante nuestros ojos. Puede ser que creamos que Dios está haciendo siempre cosas, porque no sabe quedarse quieto. Tenemos que percibir el amor infinito que pone en cada cosa que hace, porque realiza y recrea todo para cada uno de nosotros en cada nueva circunstancia. 

Es necesario aprender el silencio de los impronunciable. Cuando nos damos cuenta de que las cosas que suceden no son tan pequeñas cuanto parecen -por que no son abarcables con nuestros ojos y nuestros oídos, sino con el Infinito de Dios dejan de existir palabras hasta para admirar. En ese caso callar y alabar. 

Es también con Nuestra Señora que aprendemos el silencio del Sí. El silencio de quien va asintiendo, va entendiendo y va aceptando, va escuchando y va afinándose con el sonido que da sentido a todas las cosas. 

Es probable que el silencio llegue a su punto más alto cuando, finalmente, rompemos todas las barreras y abrimos todas las puertas: dejamos que Dios nos asimile. El nos ama y no destruirá nuestra personalidad. Solo ha de hacernos uno- con-El. 

Es fundamental el silencio de la oración, de los momentos más altos del encuentro entre el yo y Dios. Pero ese encuentro de soledad, de tu-a-tu, es imposible mientras no aprendamos el silencio que escucha con calma, admiración, bondad y gentileza al más pequeñito de los hermanos de Jesús. Principalmente a aquellos que parecen no tener voz ni cosa alguna para comunicar, simplemente porque nunca nos detuvimos a escucharlos. 

CONTEMPLATIVO es aquel que, en silencio, mira con amor a Dios, se dispone a escuchar a Dios con amor. Para esto es necesario estar convencido de que Dios tiene algo para ofrecer, tiene algo que decirnos. Y que nos conoce por el nombre y nos ama. 

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