Cuando mis hijos me ven
amigo, me siento padre.
Quisiera dar a mis hijos lo
mejor de mí, pero temo darles, simultáneamente, lo peor de mí.
Cuando mi hijo gana dinero
sin lucha, cuando sea adulto no sabrá luchar para ganarlo.
El dolor de mis hijos, tiene
todos los ingredientes de mi dolor de adulto.
El calor de mi hogar,
encenderá para siempre el alma de mis hijos.
Cuando les digo a mis hijos:
“Ayer fui niño” ellos no pueden creerme.
Demos alegría a nuestros
hijos, que con serlo ya tienen su cuota de dolor.
La sobreestimación del mundo
toca mi vanidad, la de mis hijos, mi sensibilidad.
Cuando mi hijo me pregunta: “¿Por
qué hay guerras”? es que ya no es niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario